Velatorio de Evita. Foto original del velatorio de Eva Perón. En la imagen el Presidente y el Dr. Héctor Cámpora.
El Dr. Jorge Albertelli, médico ginecólogo, autor del libro Los " cien días " de Eva Perón, de editorial Cesarini Hnos., testimonia:
No soy político, tampoco evitista. No soy peronista ni antiperonista.
Atendí a la paciente Eva Perón en los tramos finales de su enfermedad, viví 100 días junto al matrimonio Perón en la residencia presidencial.
La enfermedad que padeció Eva Perón fue cáncer. Epitelioma espino - celular.
Cáncer. Su etimología es griega, significa, en ese idioma, cangrejo. En el antiguo pasado, la localización más conocida era la mamaria, la cual, en sus últimos estadios, adoptaba la forma de un monstruoso cangrejo, muchas veces ulcerado, segregando materias muertas de nauseabundo olor. Finalizaba con la muerte.
Esencialmente el cáncer es un tumor constituído por células que se multiplican rápidamente sin un sentido lógico, invadiendo todo el organismo ( metástasis ), utilizando las vías linfáticas o los vasos sanguíneos. No faltan los dolores que torturan al enfermo. El cuadro es cruel e irreversible. Hoy en día se ha avanzado en lo que se refiere a diagnóstico temprano lo que mejora sus posibilidades de curación.
De la táctica que seguimos los médicos, para el tratamiento de la enfermedad de Eva Perón, estoy convencido de que fue la mejor, con los recursos con que entonces contábamos en casos tan avanzados. Se hizo todo lo que pudimos y aún más de lo que pudimos.
Eva Perón, a pesar de la fama de la que venía precedida, no tuvo conmigo un exabrupto, una exigencia ilógica ni antojadiza. Recibí respeto y consideración.
En muchas oportunidades se me ha preguntado no sin cierta morbosidad: ¿ se querían ? ¿ Perón la utilizaba ? ¿ o viceversa ?
El trato entre ellos era cordial, sin arrumacos, ni expresiones empalagosas. Una sensación de respeto mutuo era la dominante. Tengo la firme intuición que sí, se querían. No creo que fuera una unión de pasión amorosa, pero sí una unión sólida, de cariño y comunión de ideales. Unidos fuertemente por una pasión política, supieron respetar con inteligencia los territorios adecuados a los gustos e inclinaciones de cada uno. Se dieron y recibieron en igual medida.
Eva Perón falleció en julio de 1952, ocho meses después de haber sido operada y recibido radioterapia, luctuoso hecho que fue motivo de pena y llanto. La muerte produjo una conmoción que fue muy grande. El brazo social del movimiento se quebró. El Presidente asumió por breve tiempo la conducción del mismo, no era tarea para él y pronto la abandonó en manos de terceros, quienes no tuvieron la capacidad para realizarla.
En 1955 la autodenominada Libertadora depuso a Perón y empezó la " caza de brujas ".
El camino seguido por la Libertadora fue equivocado y resultaron los mejores propagandistas de lo querían combatir. Perdí los cargos que desempeñaba en la Universidad de Buenos Aires y en el Instituto de Maternidad, cargos que habían sido logrados por el esfuerzo de muchos años y con una transparencia prístina, lo que constituyó para mí un duro golpe espiritual. Yo no era peronista y actué como actué por razones de deber profesional, al margen de todo interés, y me ví perjudicado y perseguido. Todo ha sido perdonado, pero, desde luego, no olvidado.
En setiembre de 1951 me fue solicitado que me hiciera cargo de la jefatura médica del caso Eva Perón. Se me solicitó además mi residencia en la casa presidencial durante el tiempo que durara el tratamiento activo inicial, viví allí durante cien días.
La Eva Perón que conocí fue una mujer herida de muerte por una cruel y destructiva enfermedad.
No creo que exista en la historia de nuestra todavía inmadura patria, otra mujer que gravitase de igual manera en la evolución y realización de conquistas sociales.
Ha sido incriminada de promover el odio de clases. Esta es una falacia. La división de clases existe desde que el mundo es mundo, recuerden las prolongadas horas de trabajo, la vida infrahumana, la ignorancia y la marginación, y el odio ya estaba presente.
Eva Perón era desconfiada, condición casi generalizada en el género humano, razón de más en ella, que detentaba el poder. Implacable con los errores, si algo no estaba bien hecho, no lo perdonaba, reprendiendo severamente al autor. No era culta, su léxico mediano, pero no era grosera. Los deportes no le interesaban ni los juegos de naipes. Cinematógrafo poco, lectura poca. No alcohol, no tabaco. Gula no existía. Variable en sus estados de ánimo. No le gustaban los elogios. Valiente y estoica. Fanática y leal con su conductor político. Si hablaba de la doctrina era una verdadera catequista. Referente a los " descamisados " los quería realmente. Lo que hacía por ellos, estimo que fue auténtico. La ví llorar solamente dos veces: a la salida del hospital y en el regreso a la Residencia.
Su vida pública fue una llamarada que con incontenible ímpetu se encendió y abruptamente se apagó, dejando un rescoldo que aún perdura vivo, no moribundo, sino con ánimos de perpetuarse como hecho histórico, imperecedero y positivo.
Imagen y texto cortesía de mi amigo Carlos Vitola Palermo de Rosario, Santa Fe, República Argentina.