DOCUMENTOS SOBRE EVA DUARTE DE PERON 


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María Eva Duarte de Perón / Evita. Argentina 1919-1952

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PLACA Y HUELLAS EN PLAZA DE MAYO

PLACA Y HUELLAS EN PLAZA DE MAYO

PLACA Y HUELLAS EN PLAZA DE MAYO

Placa y huellas en Plaza de Mayo

En la fachada del Ministerio de Economía, en Plaza de Mayo, Buenos Aires, se encuentra esta placa de bronce que el Estado argentino colocó para memorar la tragedia del 16 de junio de 1955.

La placa está rodeada por agujeros en el mármol, huellas físicas del irracional y fratricida bombardeo y ametrallamiento del ´55.

Estos hoyos se conservaron - ex profeso - en el mármol del Ministerio de Economía. Todos los demás fueron cubiertos en sucesivas reparaciones y arreglos al edificio.

En el libro " Perón - Segunda Presidencia " de la colección Yo fui testigo, editorial Perfil S.A., 127 páginas, ilustrado, los periodistas Ricardo Halac y Juan Carlos Cernadas Lamadrid afirman que:

La sabiduría popular unió siempre los nombres de Rosas, Yrigoyen y Perón. Pese a las características bien disímiles de sus personalidades, y a las diferencias abismales de las épocas que les tocó gobernar, la lectura es certera, en los tres se expresó con plenitud la argentinidad y por esto los tres se erigieron en auténticos líderes, especialmente de los sectores marginados, que curiosamente en nuestra historia fueron siempre las mayorías. Pero podemos sumar otro dato también significativo, en la caída de Perón pareciera sintetizarse lo que sucedió tanto con Rosas como Yrigoyen.

El coronel Martiniano Chilavert, jefe de artillería del ejército federal, cuenta que Rosas llegó a la batalla de Caseros, internamente quebrado. La traición de Urquiza, su amigo, había terminado con sus fuerzas. Con el mismo peso, la muerte de Evita incide en aquel Perón. Al quebranto afectivo de la compañera perdida, se sumaba la pérdida de la compañera de lucha, de un sostén político clave para diferenciar entre otras cosas, la distancia sutil que va de la fidelidad a la obsecuencia. La soledad política en que quedó atrapado Yrigoyen con un gabinete a contrapelo, que terminó aislándolo y debilitándolo, es similar a lo que le ocurre a Perón. Tanto que llegó a exclamar en su despacho de la Casa Rosada, que lo único confiable que le quedaba eran las palomas de la plaza.

La historia es la memoria que nos permite crecer en el presente, para no reiterar los mismos errores.

La dificultad de ver un Perón con problemas no es exclusividad de los peronistas. Los argentinos vemos nuestra historia de manera maniqueísta. Héroes de bronce o demonios.

Cuando se habla de Perón, se hace referencia a su primera presidencia y luego a su exilio, su retorno y su última presidencia. Es difícil que se hable de su segunda presidencia, la que va de 1952 a 1955, separadamente. Problemas, fracasos, derrocamiento. Nada que ver con la primera presidencia, ni con el exilio, ni con el regreso y muerte, rodeados de triunfo y mito.

Perón cae en el ´55 pero se repone. Perón cambia. Aprende de sus errores, gana en experiencia.

Juan Domingo Perón comienza su segunda presidencia con grandes dificultades.

El 26 de julio de 1952, a las 21.30 horas, las radios anuncian el fallecimiento de Eva Perón. Oficialmente,el deceso de la esposa del presidente de la Nación se había producido a las 20.25. El luto cubre al país peronista. Está demás decirlo: deja un espacio vacío imposible de llenar. Alguien diría que fue una amputación sin reemplazo posible. Pero lo más grave es que la muerte de Evita creó al presidente un vacío afectivo y político. De allí en más Perón tiene que enfrentar solo a los alcahuetes y traidores de adentro del movimiento y a la conspiración que planean sus enemigos.

Ya no está Evita que ha sido el pulmón del movimiento; Perón está rodeado de un entorno ineficaz que carga en él todas las responsabilidades; el país ya no tiene las brillantes reservas con que se movió en el primer gobierno; la oposición ha comenzado a hacerse notar más y se emplean contra ella autoritarismo y métodos reñidos con la democracia, y el peronismo de una armónica gestión con la jerarquía católica pasa a una actitud opuesta y agresiva. Perón está afectivamente solo, va cada vez menos a trabajar a la Casa Rosada y prefiere dedicarse a los deportes y a las frivolidades.

El 16 de junio de 1955 se producirá el bombardeo a Plaza de Mayo, fecha fatídica en que un sector de la Armada argentina lanza por primera vez en la historia del país un ataque aéreo sobre una ciudad argentina y abierta como Buenos Aires, dejando un saldo de alrededor 1000 víctimas inocentes, entre muertos y heridos.

Ha expresado Perón en su libro " Del poder al exilio - Cómo y quienes me derrocaron ", Ediciones Argentinas, Buenos Aires, año 1974: " El único objetivo de los rebeldes era mi persona. Querían terminar conmigo y para eliminar a un hombre no vacilaron en matar a tantos ... Durante los diez años que estuve en el gobierno, hubiese bastado un sólo hombre decidido para hacerme morir. Hablaba en público, participaba en ceremonias. Cada mañana salía de mi casa sin escolta guiando yo mismo mi automóvil hacia la Casa Rosada. Muchas veces mi coche marchaba apareado con otros, me saludaban y yo respondía el saludo. ¿ Qué les impedía dispararme a quemarropa o arrojarme una bomba, entonces ? Por esa falta de coraje, el 16 de junio eligieron para asesinarme el medio más seguro: el aéreo que, de fallar el golpe, les permitía llegar a salvo al Uruguay ".

16 de junio de 1955. Como es habitual, el presidente Perón firma una serie de decretos en su despacho de la Casa de Gobierno. A las 10.15 horas recibe al embajador de los Estados Unidos, Albert Nuffer.

Para el mediodía, está programado el sobrevuelo de un escuadrón de la fuerza aérea sobre la Catedral Metropolitana, en memoria del Gral. San Martín y en desagravio a la quema de una bandera en la festividad de Corpus Christi. Una mañana gris, fría, lluviosa, y mucha gente en Plaza de Mayo, niños, mujeres y hombres, aguardando el comienzo del desfile aéreo.

Mientras Perón conversa con el embajador norteamericano, se le informa al ministro de Guerra, Gral. Franklin Lucero, que la Escuela de Mecánica de la Armada ( ESMA ) se ha sublevado y que algo similar estaría ocurriendo en el Aeropuerto de Ezeiza. El general Lucero había tenido noticias la noche anterior sobre un presunto complot en la Marina, hecho que no había tomado en demasiada consideración. Al conocerse la noticia de la sublevación, Lucero insta a Perón a que se traslade al Ministerio de Guerra, a unos cien metros de distancia, al tiempo que se llaman a tropas de Granaderos a Caballo para tomar ubicación en la zona.

Las fuerzas rebeldes consisten sobre todo en unidades navales aéreas de Punta Indio, los jefes de la fuerza aérea de Morón y la infantería de Marina con asiento en el puerto de Buenos Aires.

Pese a que la conspiración insumió varios meses, sólo se alcanzó a convencer al general León Bengoa, al mando de tropas de Entre Ríos, y a otros oficiales de la Armada, quienes no participan de las acciones por desencuentros y problemas de organización. Secundan a éstos, grupos civiles.

El día está nublado, lo que imposibilita que los aviones - 5 bimotores Beechcraft AT 11, 3 bombarderos Catalina y 20 North American AT 6, con cerca de 14 toneladas de explosivos - se lancen al ataque a la hora fijada, las 9.30.

Recién a las 12.45 caen las primeras bombas sobre Plaza de Mayo y el edificio de Balcarce 50.

A esa hora, el sector de la Marina insurrecto controlaba el Aeropuerto de Ezeiza, la ESMA y tropas de infantería de Marina se ubicaban en la calle Azopardo, entre el Ministerio de Ejército y el Ministerio de Marina, donde funcionaba el comando rebelde.

Al tiempo que prosigue el bombardeo sembrando destrucción y muerte, los infantes de Marina se dirigen hacia la Casa Rosada y el Ministerio de Guerra.

Perón se encuentra en el sexto piso del Ministerio de Guerra, en la oficina del Gral. Lucero, a quien encomienda las tareas de defensa y represión.

La batalla dura varias horas. El Ministerio de Marina es rodeado finalmente por el Regimiento Motorizado Buenos Aires y tropas de la 1º División del Ejército. Los rebeldes esperan refuerzos que no llegan.

Al caer la tarde, a las 17.45, la sublevación está aplastada. Los amotinados que se atrincheraron se rinden. Son detenidos el contralmirante Aníbal Olivieri - ministro de Marina - el vicealmirante Samuel Toranzo Calderón y el contraalmirante Benjamín Gargiulo, al mando de la infantería de Marina. Este último se suicidará en su despacho en la madrugada del 17 de junio. Aunque parezca sorprendente, fue el único muerto que tuvo la Armada.

En medio de la refiega, la CGT, a través de Eduardo Vuletich, ofrece al gobierno la participación de los obreros para reprimir el intento golpista. A ésto, Perón responde que esa tarea corresponde a las Fuerzas Armadas y, más precisamente al Ejército.

Sin embargo, es de hacer notar que en el ataque al Ministerio de Marina intervinieron grupos de obreros armados junto con los soldados leales.

Los pilotos causantes de la masacre escaparon al Uruguay.

El saldo es, según el informe oficial, de 355 muertos y más de 600 heridos, la mayoría inocentes ciudadanos que transitaban por Plaza de Mayo.

La Fundación Eva Perón se hizo cargo del costo de los sepelios.

Los diarios de la época, CLARIN y El Mundo, expresaron su indignación en sus crónicas por los sucesos del 16 de junio:

" No hay argumentos que puedan explicar ni justificar semejante acto de barbarie. La víctimas inocentes fueron inmoladas en nombre de ambiciones repudiables por quienes masacraron al pueblo y luego huyeron en pos de un seguro refugio ".

" Si la ciudadanía vuelve sus ojos hacia las más oscuras páginas de su historia, no hallará en ellas ni sombras de un hecho similar, ninguna jornada es tan inicua ni infame como la de ayer ". Son palabras de Perón: " Insistí en rogarle al pueblo que evitara excesos y se abstuviera de reacciones inconsultas. Fue en esas circunstancias que algunos grupos de facinerosos, intentando sacar provecho de la confusión general, prendieron fuego a las iglesias. Los incendios iluminaron aquella noche de tragedia, el rumor de la lluvia y el crepitar del fuego se unieron en una sinfonía infernal ... "

Nota : Para ver imágenes del bombardeo del 16 de junio de 1955 clickea aquí

Reza la placa: " 1955 - 16 de junio - 1994. Las huellas del mármol fueron fruto del desencuentro y la intolerancia. El registro de sus huellas en la memoria ayudará a que la Nación se encuentre en un futuro de grandeza ".

Roberto Di Sandro, " Tanito ", periodista y escritor, decano de los periodistas en la Casa Rosada, Ciudadano Ilustre de Buenos Aires y columnista de diario CRITICA, afirma que:

A mí no me lo contaron, fuí testigo directo de ese horror. Junto con otros tres colegas, Enrique y Aulio Sila Almonacid y Guillermo " Willy " Napp, vivimos una situación que derivó en un trauma que duró muchos días en nuestras mentes. Los cuatro nos tomamos de la mano en el mismo momento en que caía la primera bomba en la Rosada y con el rezo en los labios de cada uno, significó el pedido a Dios para no morir. Se habían rebelado la Armada, el Ejército ( no todos ) y la Fuerza Aérea en su mínima expresión, con el objetivo de matar a Perón.

Trabajaba yo en Agencia de Noticias Télam y junto a Sila Almonacid, de France Press, acudimos a Ezeiza para cubrir la nota de la visita a los Estados Unidos del canciller en aquel momento, el Dr. Jerónimo Remorino.

16 de junio de 1955. El día era gris y nublado, con alguna llovizna, que a veces caía en forma intermitente. Se vivía un clima de cierta expectativa y que conformaba un ambiente de vientos que soplaban contra las autoridades elegidas por el pueblo.

Ya en la Avenida de Mayo, cerca de Perú, se vio en la Catedral a grupos de personas que rendían homenajes al prócer Gral. San Martín. Se esperaba además un desfile de aviones de la Fuerza Aérea en homenaje a la Bandera, que iba a conmemorarse cuatro días después.

Lo llamé a Napp, que estaba en la Sala de Periodistas, y le pregunté si había novedades informativas. Sólo escuché esta respuesta: Si podés entrar, vení. Me cortó. Quedé muy sorprendido. Le informé a Almonacid y ambos comenzamos a recorrer el trecho que une Perú y Avenida de Mayo con la Casa de Gobierno y a paso rápido.

Eran exactamente la una menos veinte de la tarde y, en el momento en que ingresamos, alguien de los hombres de seguridad gritó: Cierren las puertas. De inmediato, los accesos a Balcarce 50 fueron clausurados. En ese mismo instante una bomba caía sobre la Casa de Gobierno. Desesperación y terror en todos los empleados. El infierno comenzaba a recorrer los espacios del edificio presidencial.

Minutos antes de nuestra llegada, el presidente Perón solicitaba a sus colaboradores que abandonaran la Casa de Gobierno de inmediato. Algunos lo hicieron, otros no. Durante la mañana, el Gral. Perón había conversado con el ministro Oscar Ivanissevich y más tarde con el embajador de los Estados Unidos, Albert Nuffer. Todo esto en un tiempo que no superó la hora y media. Después de insistir en que se abandonara el edificio, el Presidente subió a un automóvil acompañado del ministro de Defensa, Humberto Sosa Molina, y ambos se dirigieron, saliendo por la explanada, hacia el edificio del Comando en Jefe del Ejército. Ya no había más tiempo.

Un escuadrilla de aviones de la Fuerza Aérea, volando casi a ras de tierra, entre los edificios de Diagonal Norte, comenzó a disparar sus ametralladoras contra la superficie de la Casa Rosada.

Nuestra inmediata acción fue subir las escaleras que llevan hacia la Sala de Periodistas. Entretanto, voces de los jefes de seguridad y de los hombres del Ejército que custodiaban el palacio gubernamental - Granaderos, fundamentalmente - a la orden del coronel Golou se instalaron en la Sala de Periodistas. Allí, Enrique Almonacid, hombre de CLARIN y de Saporiti, se tiró cuerpo a tierra y se puso una guía en la cabeza para cubrirse de los impactos. Por supuesto que no tenía otra alternativa y sólo Dios podía salvarlo si caía alguna esquirla o algún pedazo de mampostería sobre él. Nosotros, con Aulio Almonacid y " Willi " Napp, subimos las escaleras y de pronto la claraboya que recubre el sector se vino abajo ante el impacto de otra bomba. El artefacto cayó sobre esa zona del edificio, y junto con otros empleados volvimos a tirarnos cuerpo a tierra, aun cuando no lo pudieron hacer los cafeteros, que tenían su lugar de trabajo frente al recinto de prensa, y uno de ellos murió aplastado por el impacto. No hubo forma de mantener contacto con los medios informativos. Sólo logré marcar el número de teléfono de la agencia Télam para decir: Nos están bombardeando. En la agencia, dirigida entonces por Jorge Napp, hermano de nuestro compañero de trabajo, recibieron el breve y terrible mensaje y comenzaron a difundir, a través de cables, la presencia de aviones militares de Argentina sobrevolando la Plaza de Mayo y la ciudad abierta de Buenos Aires, y que se estaba frente a uno de los hechos más lamentables de la historia contemporánea.

Las balas se entrecruzaban de la Casa Rosada hacia el edificio de la Armada, que estaba detrás de Paseo Colón, donde años después se instaló el Ministerio de Educación, actual sede de Prefectura, ahora denominado " Guardacostas ", mientras que desde el Comando en Jefe del Ejército pudo verse cómo, pertrechados en los jardines del edificio, soldados leales apuntaban también hacia el espacio naval. Afuera, los impactos quedaron grabados para siempre en el Palacio de Hacienda, allí, en Hipólito Yrigoyen y Balcarce, o a la vuelta, en Paseo Colón entre Hipólito Yrigoyen y Alsina, tal como muestran las fotografías de esta página.

El fuego no se detenía. Cayeron muchas bombas, pero a raíz de la falta de plafón y debido a que algunos se dieron cuenta que estaban produciendo una perversa conspiracion armada, resolvieron quitarle las espoletas a las bombas, que resultaron inútiles en explotar pero que causaron grandes daños por su peso. Hubo veinte bombas que no explotaron, comentaron días después, durante las tareas de limpieza en la Casa Rosada, especialistas en materia de antiexplosivos. Desde la caída del primer artefacto hasta el último, que se produjo a las cinco y media de la tarde, nuestros cuerpos se arrastraron por los patios de la Rosada y en varias oportunidades, siguiendo recomendaciones de empleados - muchas mujeres presentes - nos ubicamos bajo el marco de las puertas, porque allí puede cubrirse algo ante cualquier impacto o esquirla, señalaban.

En medio de los gritos y las corridas, los que estábamos en ese infierno, logramos ingresar en los sótanos o catacumbas de la Rosada. Hoy esos sectores se han convertido en verdadera muestra de hechos salientes, allí funciona hoy el Museo de la Casa Rosada. Se encontraban, en ese momento y lugar, elementos en desuso y se había tapiado aquel conducto que alguna vez unió la Casa Rosada con la Aduana. Todo cerrado y para colmo el gas comenzó a fluir por los caños, ya viejos, con lo cual el terror invadió la zona.

Perón estaba en el edificio del Ejército. Algunos, " tocando de oído ", habían escrito después que " el Presidente tenía un bunker en la Rosada para defenderse ". Totalmente inexacto, jamás existió un lugar blindado en ese lugar.

De pronto, en el sótano apareció la figura del coronel Golou, que al advertir el olor a gas recomendó salir a la calle, " si pueden hacerlo, mejor ", acotó.

Los relojes marcaban las cinco y veinte de la tarde y logramos abandonar el edificio por un " boquete " de calle Hipólito Yrigoyen. Después comprobamos que no era un boquete sino la puerta de ingreso y egreso a la gente que hoy quiere visitar el Museo.

Habían muerto alrededor de catorce personas en la Casa de Gobierno, granaderos, la mayoría, verdaderos héroes en resistir el ataque, pero muchísima gente inocente en la Plaza de Mayo y en otros lugares. El presidente Perón estaba en el Comando en Jefe rodeado de altas autoridades militares, entre otras, el Gral. Franklin Lucero. Dos periodistas se hallaban junto a él, Eduardo Juvenal Pacheco, el querido " Negro " de diario Crítica, y Benseñor, del diario El Mundo. Perón no pudo contener su disgusto y su rabia y expresó: " Cómo puede ser que vengan a bombardear una ciudad abierta ... son unos asesinos ".

A los cuatro meses, Perón fue derrocado por la " Revolución Libertadora ". En el momento de asumir el gobierno de facto, el busto de Perón fue arrojado desde una ventana de la Casa Rosada y los pedazos rodaron por la explanada.

Sólo donde la irracionalidad impregna a los hombres pueden registrarse episodios como los vividos.

Monseñor Jorge Pedro Casaretto, presidente de la Comisión de Pastoral Social y obispo de San Isidro, expresa acertadamente que:

Divididos y enfrentados, los argentinos no logramos encontrar el camino que nos conduzca a una convivencia pacífica y armoniosa.

Si no comenzamos a trabajar en nuestra reconciliación, nuestro futuro será difícil.

No sólo estamos necesitados de una reconciliación en el interior de nuestro corazón y en nuestras familias y comunidades, sino también en ese grupo más amplio que es la comunidad social. Y ¡ cuánto necesita nuestra sociedad de una reconciliación !

Hemos pasado demasiado tiempo divididos, necesitamos reconstruir desde lo que tenemos en común: valores, cultura e ideales.

Necesitamos encontrarnos entre nosotros, y para ello buscar puntos en común.

Ojalá que podamos lograrlo por el bien de todos, en especial de los más pobres, y como enseñanza para las futuras generaciones.

Imagenes y texto cortesía de mi amigo Carlos Vitola Palermo de Rosario, Santa Fe, República Argentina.


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